martes, 8 de agosto de 2017

Trekking a villa Zafimaniri


Partimos a las 8am subiéndonos a una mini van en un estado que dejaba mucho que desear. Escuchamos que algo cacareaba en la parte de atrás, andáremos con una gallina en el auto? Efectivamente, llevábamos una gallina, sería el almuerzo de mañana y era necesario llevarla viva para que estuviese fresca! Llevar un cooler no era opción y tampoco contar con un refrigerador, estamos muy mal acostumbrados...



El camino donde empezaría nuestra caminata estaba a varios kilómetros de la ciudad, era de tierra y en muy mal estado. Antes de tomar el tour nos advirtieron que para ir a ese camino necesitábamos un auto 4x4 y que con el que estábamos (un station wagon) no era factible pasar. Resultó que no estaban equivocados, al menos parcialmente, el camino estaba en muy mal estado, angosto y lleno de curvas. La mini van que tomamos no tenía cinturones y menos apoya cabeza en los asientos traseros, para qué pensar en tracción 4x4. Nos hemos "mal acostumbrado" a tanta seguridad en los países desarrollados que subirse a un vehículo así nos daba mucha desconfianza, pero en la práctica, estos malagaches hacían este camino constantemente en el vehículo que nos trajeron y parecían haberlo logrado con vida.


Comenzó nuestra aventura. Se le pagó a unos hombres o adolescentes para que nos ayudaran a llevar algunas de nuestras cosas a la aldea donde alojaríamos para que nos fuera más fácil realizar la caminata. Ellos tomarían un atajo y nos esperarían con la gallina y algunas de nuestras cosas, como un saco de dormir.


La camina comenzó desde un pueblo, nosotros bastante bien equipados con ropa de trekking, agua, su buena mochila, y nuestro guía con unas zapatillas de gimnasia con hoyos, una mochila escolar y un buzo. A veces no hace falta tanta preparación, volver a lo sencillo y no tener el último modelo te permite hacer exáctamente las mismas cosas.


El pueblo que nos interesaba visitar es famoso por ser grandes artesanos de madera. Todas sus casas 100% de madera, ni siquiera usando clavos para armarla. Para llegar allá tendríamos que caminar cerca de 6 horas, pasando por diferentes aldeas en el camino. Nos habían comentado esto y nos preparamos con algunos cuadernos, lápices y pelotas para llevárles a los niños.


En nuestra caminata nos cruzamos por varios campos de arroz, trabajados principalmente por mujeres. También nos adelantaron muchos hombres que caminaban con destino a trabajar en madera o acarreando bidones de un alcohol casero que hacían que lo llevaban para vender al pueblo o a otras aldeas.


Las aldeas que nos cruzamos eran muy pobres, pero según el material de la casa, podíamos saber cuales eran más pobres que otras. En todas las aldeas que nos cruzamos existen familias que han logrado subir de status y ganar más dinero. Estas casas ya no serían de madera, sino de barro, y logramos ver cómo hacían los ladrillos de barro para poder armar sus casas. Luego no sólo vimos casas de barro, sino también de cemento, lo cual inicialmente encontramos insólito, ya que los materiales para hacer el cemento los tendrían que traer del pueblo, no como el barro o la madera. Sin embargo, el estatus se está convirtiendo en algo tan importante para ellos, además de seguir viviendo en el mismo lugar donde son, que vale la pena el costo y el esfuerzo de llevar los materiales a la aldea y construirse su casa de concreto.



En el camino, algunas aldeas tenían creada su cancha de futbol. Andábamos con 3 pelotas pequeñas, las cuales los niños miraban con mucho deseo y nos seguían en nuestra caminata cruzando los dedos por que les entreguemos a ellos una de las preciadas pelotas que teníamos colgando en la mochila. De haber sabido que eran un bien tan deseado por lo niños, habríamos comprado más. La última pelota la entregamos a los niños de la aldea donde alojaríamos, y logramos sacarnos una foto con ellos con la emoción y agradecimiento de recibir la pelota.


En la aldea donde alojamos, Sakaivo, nos asignaron una pequeña pieza en una de las casas tradicionales, sin embargo dentro de ella, tenía madera pulida y para nuestra sorpresa tenía un catre con un colchón de 2 plazas. La pieza tenía 2 ventanas pequeñas y unos posters con guaguas coreanas, lo cual encontramos muy extraño, pero no pedimos mayor explicación al respecto.



El baño se encontraría a unos metros de nuestra pieza, había que salir y subir un cerrito. Era una letrina común para el pueblo. Lavarse las manos o los dientes te tenía que hacer en los pasillos entre las casas y se escupía a los costados del cerrito que teníamos.



Los niños de cada aldea eran los primero en acercarse a nosotros, ya sea por las pelotas que andabamos trayendo o bien por nuestros celulares. Tomarse fotos y verse en las pantallas les llamaba enórmemente la atención. Estuvimos mucho rato con los niños tomándonos fotos juntos y solo a ellos.




 





La tarde que llegamos ahí nos empezó a llover y duró toda la noche. En la mañana nos levantamos y salimos a recorrer el pueblo, muchos niños dando vueltas y pocos adultos. Nos pusimos a ver las casas y sus diseños. Todo tenía una historia o un significado por detrás, no solo por verse bonito. Luego visitamos la casa del jefe de la aldea, muy amoroso y tierno, se notaba buena gente. Se llamaba Daniel.  Se notabaa de corazón que tenía mucho gusto en recibirnos en su casa. La casa consitía en un solo ambiente, donde está el dormitorio, comedor y cocina todo en el mismo lugar. La cocina funciona con fuego y el fuego se hace dentro de la misma casa. A diferencia de las tribus de otros lugares, no tenían ninguna ventilación en el techo de su casa y utilizaban las ventanas y las puertas para disipar el humo. Lo que hace muy común que todas las casas de la aldea tengan sus puertas y ventanas abiertas. Dentro de la casa estaba la esposa de Daniel y lo que parecían ser sus nietos, al menos 4 niños, todos sentados alrededor del fuego de la cocina.



Nos contaron que en Sakaivo están planeando construir un hospital, en vista que el pueblo más cercano queda a 3 o 4 horas caminando y es muy difícil para las embarazadas y la tercera edad. Una vez que lo tengan construido, esperan pedirle al gobierno que les manden un doctor. Para esto les entregamos una pequeña donación, a la cual nos agradecieron de todo corazón y esperan que la próxima vez que los visitemos ya tengan el hospital construido.


El regreso era más rápido, sin embargo nos llovió desde que salimos hasta que llegamos al pueblo donde tomaríamos la van de vuelta. Como comentaba al principio, nosotros íbamos bien equipados. Con impermeable y buenas zapatillas, las mias incluso impermeables. En nuestro trayecto, fuimos adelantados por personas de todas las edades, desde adolescentes a adultos más mayores, que caminaban muy rápido, sin zapatos y en polera y shorts o falda. Nos impresionaba cada vez.
Cuando llegamos al pueblo tenía TODO mojado, hasta los calzones y los pies también. En las diferentes casitas de la entrada del pueblo tenían unas fogatas adentro donde la gente se protegía de la lluvia y se aprovechaba de secar. Ahí nos hicieron un espacio para pasar y poder sentarnos cerca de la fogata. Nos cambiamos la ropa que pudimos nos acercamos lo más posible a la fogata para evitar un resfrío. Ahí mismo nos pasaron nuestro almuerzo al poco rato que nos sentamos y conversamos con otros turistas que habían llegado en la misma calidad que nosotros: empapados. La sensación de comunidad y la poca necesidad de tener que respetar el metro cuadrado del otro me gustó. Se sentía como si todos se conocieran y fueran amigos.



De todas maneras un paseo recomendable para aquel que visite Madagascar.

El tour a la aldea de Zafimaniri village nos costó 450.000Ar (~$140 USD) para 2 personas: 2 días, 1 noche, todo incluido. No nos pareció para nada barato dado los precios de allá, pero de todas maneras valió la pena y se los recomiendo absolutamente si viajan al sur. También existían tours por más días, pero a nosotros no nos alcanzaba el tiempo.

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